EL PAPA CONSERVADOR O LIBERAL: UNA FALSA DISYUNTIVA

Cuando estaba haciendo mi tesis de doctorado, hace ya cuarenta años, me percaté de que los especialistas del tema religioso en México (que no había muchos) y los analistas de la Iglesia católica, se enfocaban en los polos ideológicos. Se estudiaba a aquellos sacerdotes u obispos que destacaban por sus posiciones más liberales, como por ejemplo Sergio Méndez Arceo, o más integristas, como el jesuita Joaquín Sáenz Arriaga. Pero se ignoraba al grueso del episcopado, así como a los nexos que interconectaban a unos con otros. En suma, se desconocía lo que realmente pensaban y proponían las decenas de obispos mexicanos y su conexión con el pensamiento proveniente de la Santa Sede o de otros lugares donde se fraguaba el pensamiento social cristiano. Mi trabajo consistió en entender dicho pensamiento, el del grueso del episcopado mexicano y explicar el por qué del accionar de ellos en materia social, pero también en temas de moral o ética religiosa.

Me parece que algo similar está aconteciendo en la actualidad con el análisis del próximo cónclave, a celebrarse a partir de este 7 de mayo. Los medios están enfocados en la pregunta de si el próximo papa será conservador o liberal. No me parece sin embargo que vayan a conocer más que lo obvio y, al final, terminarán por seguir interpretando las acciones del próximo pontífice en esas claves.

La mayor parte de los cardenales son conservadores, pero no en el sentido ideológico que la ciencia política les presta a ciertos actores, es decir no como defensores de un estado de cosas social y político alineado a los grupos de la derecha, que quisieran el triunfo del capitalismo individualista, anti espíritu comunitario y contrario a los movimientos de migrantes. Son conservadores en términos de lo que creen que debe ser la Iglesia en materia doctrinal (por ejemplo, respecto a la homosexualidad o al papel de la mujer dentro de ella, al celibato sacerdotal, y otros temas similares), pero no lo son respecto a la repartición de los bienes de la tierra, a una mejor distribución de las ganancias de las empresas productivas, al derecho de las personas que migran buscando una mejor vida para ellos y sus familias. No están siempre del lado de los más poderosos ni proponen soluciones individualistas en la organización social. Por eso, la mayor parte de los medios no especializados y por lo tanto del público en general no entienden por qué la mayor parte de los obispos pueden parecer grandes progresistas cuando fustigan al capitalismo salvaje e individualista y al mismo tiempo supremos conservadores cuando no aceptan la perspectiva de género, el derecho al aborto, al matrimonio entre personas del mismo sexo, o la muerte digna. Por eso no alcanzan a comprender que un papa como Francisco fluctuaba entre posturas que oscilaban entre lo que parecían polos muy opuestos. Y por lo mismo no entienden que las consideraciones principales de los cardenales reunidos en el cónclave no necesariamente están pensando en los términos de la oposición derecha-izquierda, sino en quien preservará mejor a la institución y a la doctrina que ésta defiende, sin que ello signifique inmovilidad absoluta o parálisis pastoral.

Por las anteriores razones, el panorama tampoco se presenta, como muchos lo quieren ver, como una disyuntiva entre continuidad o retroceso. En realidad, en la política vaticana hay siempre más continuidad que ruptura. Pero, al mismo tiempo, nunca un pontífice es similar al anterior. Por hablar sólo de los más recientes papas, Paulo VI no fue igual a Juan XXIII, aunque haya continuado el Concilio Vaticano II, Juan Pablo tampoco fue igual a Paulo VI (obviemos a Juan Pablo I), a pesar de haber tomado el nombre de los dos anteriores y de su antecesor de corta vida, Ratzinger no fue igual a Juan Pablo II y la prueba mayor fue su renuncia al pontificado y Francisco no fue igual a Benedicto XVI. En la Santa Sede, en estos años hubo las dos cosas al mismo tiempo, continuidad y cambio. Quizás es esa la clave del éxito de la institución.

Así que, si queremos hacer pronósticos sobre quién será el sucesor de Francisco, pensemos en ese grueso del Colegio de Cardenales, en esos casi 90 votos que necesitarán para nombrar al sucesor, en cómo los Sínodos convocados por Bergoglio prácticamente no movieron un ápice de la doctrina y en cómo la fuerza de la continuidad (la de la Santa Sede, la doctrinal, no la pastoral de Francisco) pasa por encima de las ideologías.

Roberto Blancarte - 2 de mayo 2025

Next
Next

CREER EN JESÚS  (bajo el signo de la impunidad)