¿CUÁNTO VALE UNA FOTO CON EL PAPA?
La carrera de las candidatas a la presidencia de la República por la foto con el Papa nos muestra muchas de las peculiaridades de la política mexicana contemporánea. Una de ellas es la costumbre, inusual hace todavía medio siglo, de posar junto al pontífice en turno, para, en principio, obtener alguna ventaja electoral o política. La inició Luis Echeverría, hay que recordarlo, cuando, con el pretexto de la búsqueda de apoyo para su famosa Carta de Deberes y Derechos Económicos de los Estados, acudió al Vaticano y se entrevistó con el Papa Paulo VI. El presidente de México ya no necesitaba ganar votos, pero sí algunas simpatías entre la población católica, en esa época todavía muy mayoritaria en el país.
Por lo mismo, también apoyó la construcción de la nueva Basílica de Guadalupe. Luego, el presidente López Portillo aceptó la visita del Papa Juan Pablo II, en contra del parecer de su propio Secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, y ciertamente aprovechó la popularidad del papa polaco, para sumar algunas simpatías. Hay que decir, sin embargo, que, en ninguno de estos casos, la foto con el papa les sirvió de mucho a la hora de su debacle político, al final de sus sexenios. Otras consideraciones primaron a la hora de juzgar sus gobiernos. Lo mismo se puede decir del presidente Carlos Salinas de Gortari, quien al modificar la legislación en materia religiosa y establecer las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, pudo ser recibido con todos los honores en el Vaticano y tomarse no una, sino muchas veces fotografías con el muy popular Juan Pablo II.Y, sin embargo, tampoco ello le sirvió de gran cosa en el momento que su poder se desmoronó.
La pregunta es entonces: ¿cuánto vale una foto con el papa? Habría que agregar: en el contexto mexicano. Porque hemos visto recientemente otras realidades que parecerían indicarnos que estar a un lado del pontífice romano tiene poco peso electoral. Tomemos un ejemplo: Milei. El candidato populista de derecha llegó a decir que su compatriota, el primer argentino en llegar al papado en la milenaria historia de la Iglesia, era el “representante del Maligno en la Tierra”. Y los católicos argentinos, quienes todavía representan un porcentaje importante de su población, decidieron votar masivamente por ese personaje, aunque hubiera insultado al papa. Lo que, desde mi punto de vista, significa que, para los electores de un país secularizado como Argentina, la cercanía o lejanía con el Sumo Pontífice agrega poco a sus decisiones político-electorales.
Uno podría argumentar (y esa es por supuesto la tendencia de muchos analistas locales) que como México no hay dos, es decir que nuestro país es diferente a todos los demás en el mundo y que aquí una foto con el papa vale mucho. Los datos, sin embargo, no parecerían respaldar esa visión. No sólo porque tomarse una foto con el papa se ha vuelto una costumbre de muchos políticos de todas las tendencias y niveles, abaratando el impacto, sino porque dichas imágenes no parecen haber servido mucho para que la población aprecie a sus gobernantes. La popularidad de Fox no parece ser muy alta y los partidos de los gobiernos que le sucedieron (el PAN de Calderón en 2012 y el PRI de Peña Nieto en 2018) perdieron las elecciones de manera clara. El efecto de la foto con el papa no parece ser ni muy grande ni muy duradero.
La razón del desapego de los fieles, por más papistas que sean, respecto a los numerosos políticos que se toman la foto con el pontífice es relativamente simple. Se llama secularización. Lo que sucede es simple y sencillamente que la gente separa los ámbitos de acción. Una cosa es su adscripción religiosa y otra su filiación política. Muy pocos reúnen ambas esferas de acción social y actúan políticamente de acuerdo a sus creencias religiosas. Y entre quienes así lo hacen, hay también muchas diferencias ideológicas. Para volver al ejemplo señalado, muchos católicos estarán de acuerdo con lo que el papa predica, pero habrá muchos otros a quienes no les gusta ni el estilo, ni la doctrina desarrollada ni la postura pastoral del pontífice. Por lo tanto, el efecto de la foto con el papa tiende a diluirse y a significar poco.
Una prueba más de esta secularización, para el caso mexicano, es el apoyo que la población (católica y de otras creencias o no creencias) le ha dado a las medidas legislativas y de política pública, contrarias a la doctrina de Roma (como por ejemplo respecto al matrimonio igualitario o el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo), sin que los exhortos papales hayan tenido algún impacto para frenarlas.
En suma, no es que la foto con el papa no valga nada. La prueba es que Xóchitl Gálvez la busco y Claudia Sheinbaum, ni tarda ni perezosa, la siguió. Sobre todo, en un contexto de competencia cerrada, lo que parecería contradecir las encuestas. En todo caso, por una parte el mito de la fuerza política de la Iglesia se sigue alimentando y por el otro, por lo visto nadie quiere perder la hipotética ventaja que ofrece tomarse la foto con éste u otros líderes religiosos.
Roberto Blancarte
Abril 2024