LA MUERTE Y SUS EQUÍVOCOS
El escándalo alrededor de la camiseta impresa con la frase, “Un verdadero hombre no habla mal de López Obrador” con la imagen de una calavera ordenando silencio, más allá de sus implicaciones inmediatas, muestra plenamente el grado de deterioro de la convivencia política en México y el permiso cada vez más amplio para la violencia. Hace evidente también la progresiva polarización, que hace crecientemente difícil la compartición de valores comunes en nuestra sociedad. El debate, si se le puede llamar así a la condena masiva que surgió desde buena parte de la sociedad y a la defensa que desde el gobierno se hizo del incidente, está, por lo demás, lleno de equívocos. Se alimentó del tenso ambiente electoral, que desde la oposición busca mostrar los no pocos fallos de la administración pública y desde el gobierno se pretende minimizar y banalizar, como si el asunto no tuviera importancia, o fuese mal entendido. Tratemos de aclarar dichos equívocos.
La camiseta puede tomarse a broma. Puede ser simplemente la puntada o el chascarrillo de algunos seguidores del presidente. Sin embargo, entenderlo así significaría ignorar el contexto del mensaje. Vivimos en una sociedad donde la violencia y la inseguridad campean como en pocas partes del mundo. En México hay, desde hace muchos años, decenas de miles de muertos y decenas de miles de desaparecidos. Lo peor del caso es que nuestra sociedad parece haberse acostumbrado. Hace pocos días, sólo en un fin de semana, hubo en México más de 240 muertos. Casi los mismos que puede haber en todo un año en países como Japón o Italia. Así que poner la imagen de la muerte en una camiseta, con un mensaje político adherido (es decir, que nadie debería criticar al presidente) no puede pasar desapercibido. Es, por lo menos, un mensaje intimidatorio. Que la camiseta y ese mensaje sean promovidos por el partido político del gobierno y un alto funcionario público encargado de los medios de comunicación oficiales, es, por lo menos, una estupidez política, pero también un atentado contra las mínimas formas de convivencia política. Que el presidente de la República, en lugar de deslindarse, defienda a su partido y a su funcionario, minimizando el asunto o desviándolo hacia otro tema (la libertad religiosa), muestra desde dónde se alientan esas posiciones. Que el mensaje de la camiseta sea machista (¿qué significa ser “un verdadero hombre”?), intimidatorio (porque se exige el silencio de los críticos al gobierno) y servil (porque alienta la indignidad de los seguidores de López Obrador), muestra el grado de bajeza política al que hemos llegado.
Pero vayamos a los equívocos. En ningún lado de la camiseta, se habla de la Santa Muerte. Sin embargo, muchos detractores y el propio presidente se refirieron a ese culto popular, unos ligándolo exclusivamente, como es ya costumbre en los medios, a grupos criminales y violentos, mientras que López Obrador apeló al derecho que tienen sus seguidores de practicarlo, bajo el principio de libertad religiosa. El primer equívoco es pensar que ese culto está únicamente ligado a grupos violentos, cuando la realidad es que los especialistas del mismo nos indican que atrae a todo tipo de personas y no sólo a los criminales y marginales.
El segundo equívoco es asociar el mensaje de la camiseta a ese culto, porque no hay ninguna liga explícita al mismo. Si el presidente se refirió a la Santa Muerte, para defenderla, fue probablemente para desviar la atención del verdadero problema, con el mensaje de la libertad religiosa, en lugar de centrarse en lo grave del asunto, es decir en el mensaje intimidatorio de la muerte, promovido por su partido y su funcionario. Extraña más bien que, ante las acusaciones cada vez más frecuentes de “narco-estado” y narco-presidente”, ante la enorme ola de violencia y muerte que padece nuestro país, el Jefe del Ejecutivo no se deslinde de ese tipo de mensajes. Más bien parece justificarlos, asumiendo quizás que la camiseta le traerá algunos simpatizantes y votos para su partido, entre los seguidores del mencionado culto.
Ahora bien, resulta por lo menos paradójico, que por un lado los medios se encarguen de glorificar la estrecha relación de los mexicanos con la muerte, a través de “nuestras tradiciones” y, por el otro, no entiendan un culto popular como el de la Santa Muerte. Tendríamos quizá que cuestionar también la enorme comercialización que ahora hacemos de las calaveras, del Día de Muertos y de muchas imágenes cadavéricas que nos vienen del mundo prehispánico y del cristianismo. El asunto es tan antropológico como político.
Todo ello, no nos debería distraer del problema central al que nos remite este escándalo: la enorme violencia e inseguridad que los mexicanos padecemos desde hace décadas y que se incrementa día con día. Y la enorme irresponsabilidad que este gobierno ha mostrado al respecto. Irresponsabilidad que se constituye en responsabilidad política directa, al permitir la promoción de los mensajes intimidatorios y las amenazas implícitas a cualquiera que se atreva a criticar u oponerse al gobierno en turno. Es uno más de los pasos para solidificar la creciente intolerancia y la violencia que vivimos cotidianamente.
Roberto Blancarte - 30 de abril 2024