LA EXTRAÑA DESAPARICIÓN DEL PRD

Una cosa en particular me ha llamado la atención de los más recientes debates y entrevistas, ataques y discusiones de la campaña presidencial: la extraña desaparición del PRD. Los primeros que han promovido su práctica proscripción son, por supuesto, los candidatos y en particular la candidata presidencial de MORENA. Es explicable. Quieren acentuar su condena a los partidos que, en el pasado, según ellos, provocaron todos los males del país. Y le agregan a la etiqueta de neoliberalismo, la del PRIAN: el PRI y Acción Nacional como la conjunción de todos los males actuales. Es tratar de revivir (o mantener) el enorme rechazo que esos gobiernos merecidamente generaron y el hartazgo que terminó beneficiando a la entonces oposición. Una receta básica para mantenerse ahora en el poder, tratando de hacer olvidar los numerosísimos fracasos de la actual administración.

Poco importa que MORENA mismo esté repleta de expriíistas, que lo fueron hasta que la suerte en esos partidos no les favoreció: Bartlett, Monreal, Ebrard y hasta el mismo presidente López Obrador, por mencionar sólo a los más conspicuos. Con lo cual el mote de PRIMOR resulta bien ganado. Y, sin embargo, los candidatos oficialistas se han cuidado bien de hacer olvidar este asunto. Tienen el descaro de reivindicar para sí el movimiento del 68, cuando su presidente, después de la masacre, no sólo ingresó al PRI, sino que le compuso un himno.


O de hablar de democracia teniendo en sus filas al operador de las muy cuestionadas elecciones de 1988. Al igual que muchos jilgueros del poder en turno, que después, disfrazados de demócratas, no han hecho más que aprovecharse del poder para enriquecerse con todo tipo de cargos públicos. Lo cierto es que esa masa informe llamada MORENA se parece demasiado al PRI en sus mejores tiempos, no sólo por su nacionalismo revolucionario, sino por su composición heteróclita; caben allí desde los más radicales nostálgicos del bolchevismo, hasta los más acervos defensores del conservadurismo cristiano, negador de los derechos de las minorías sexuales. Y, en medio de todo, esa especie de ajolote, animal anfibio, por cierto, especie mexicana en extinción.

La candidata de la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, se ha cuidado, por prudencia, de no recordar este punto. Después de todo, el PRI forma parte de esa coalición y no ha de querer decir algo que parezca una descalificación del mismo, pero bien haría en responder, cada vez que le quisieran endilgar el mote del PRIAN, recordándoles a sus adversarios tanto lo anterior como que su coalición no está compuesta únicamente por esos dos partidos, sino también por uno de izquierda democrática, que es el PRD. Dicho partido, ciertamente, no ha estado exento de errores a lo largo de su ya no tan breve historia.


Pero ciertamente es hoy el único partido que en México reivindica una izquierda social-demócrata, es decir una izquierda democrática. Sus dirigentes e integrantes actuales tienen además la gracia de haber resistido al autócrata y de no haberle permitido apoderarse absolutamente del partido, además de no haberse dejado atraer por el poder victorioso, como lo hicieron muchos ambiciosos que lo abandonaron. Y tanto dentro, pero sobre todo fuera del mismo, hay muchas personas (y no sólo académicos e intelectuales) que se identifican con una opción realmente democrática, no populista, de la izquierda. Mal haría la candidata de la coalición Fuerza y Corazón quedarse con ese mote prianista, de por sí injurioso para muchos, sin recordar que los colores de la misma incluyen el amarillo. Y mal harían mucho otros en contribuir a la extraña desaparición del PRD. Nos quedaríamos con dos polos, ahí sí, irreconciliables.


Roberto Blancarte - 21 de mayo 2024

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