NO PIENSO CONVENCER A NADIE

Como ya lo dije hace seis años, lo reitero ahora: tengo muchos amigos en la 4T. En más de un caso, son amigos desde hace décadas, No creo que sean tontos, ni ambiciosos, ni oportunistas por haber apoyado esa opción política. Sí creo, sin embargo, que están equivocados respecto a lo que a este país y a sus pobladores les conviene para el futuro. En mi defensa, creo que a lo largo de mis treinta años escribiendo en periódicos, revistas y opinando en diversos medios de comunicación, siempre fui crítico frente al poder, cuando me pareció que estaban equivocados. Lo hice en su momento con distintos gobiernos del PRI y del PAN y nunca vi una razón para no hacerlo con MORENA. Máxime que, además de todo, AMLO me pareció peligroso, desde que mostró su vena antidemocrática al no aceptar los resultados de las elecciones de 2006 (en las que yo voté por él), en las que perdió, por poco, pero perdió, aunque ahora él quiera reescribir la historia.

Por otro lado, ya se han señalado a diestra y siniestra los errores de este gobierno. No creo necesario abundar en ellos. Tampoco creo que con mis artículos voy a convencer a alguien de que cambie de opinión. Si acaso, me gustaría aportar algunas reflexiones sobre lo que me parece central en materia de formas de gobierno y políticas públicas, así como de las repercusiones de las decisiones electorales.

En mis muchas pláticas con mis amigos o simpatizantes de la 4T ha habido una constante. Nunca me han sabido explicar por qué un gobierno como el de MORENA es deseable. En el mejor de los casos se han concretado a decir que todos los señalamientos críticos son exagerados o falsos. En otros, admiten la enorme cantidad de errores y pifias gubernamentales, pero terminan justificándolas como un mal menor. Mis amigos no se atreven, como otros, a hablar en nombre del pueblo. No son tan populistas. Pero nunca me han podido (o no han querido) argumentar a favor de las políticas públicas actuales, porque en el fondo son indefendibles. Su mejor argumento es que son de izquierda y que son mejores que los gobiernos previos, que (coincido) también eran un desastre. La verdad es que no veo cómo, pretendiéndose de izquierda, puedan justificar lo que ha sucedido con la educación y la salud, con la militarización y la práctica alianza con el narco. De hecho, más de alguno ve estos asuntos con preocupación, pero igualmente terminan justificándolo. Supongo que a todos nos pasa algo parecido. Tampoco me gustan, debo admitirlo, algunas cosas que veo en la oposición, pero considero que la alternativa es peor. Y como alguna vez oí al gran sociólogo y politólogo francés, Raymond Aron, señalar: “en política uno sólo escoge a los enemigos”. En otras palabras, uno no escoge a los aliados.

Digo todo esto para señalar lo que, más allá de puntos específicos de políticas públicas, para mí es central en esta elección de 2024: no es un problema de antidemocracia versus democracia. Son dos proyectos de democracia: una autoritaria y otra liberal. Los miembros de la 4T defienden en el fondo un proyecto de democracia popular, que, paradójicamente, termina por ser autoritaria, porque al final unos cuantos deciden el destino de todos. Es el esquema bolchevique, por el cual la clase obrera (o en este caso el pueblo) no puede gobernar por sí misma, sino que tiene que ser conducida por el partido, que es su vanguardia política.

Frente a este tipo de democracia popular, está la democracia liberal, que cree en la representación popular y en la decisión de los ciudadanos, en teoría conscientes de lo que les conviene. En la primera, los hombres del partido hablan en nombre de todos y no permiten que alguien les dispute este liderazgo. Por ello tienden a menospreciar las elecciones libres y el ejercicio de la ley, a la que consideran una imposición de las clases dominantes. En la segunda, el ejercicio del poder se somete a prueba en cada elección y la mejor prueba de su efectividad es la alternancia de quienes se lo disputan. En el primer caso, si usted quiere hacer carrera política, la tiene que hace dentro del partido. En la otra, tiene siempre la opción de oponerse al poder, fuera del mismo. Son dos ideas de democracia.

Mis amigos de la 4T creen en la democracia popular. Yo creo en la democracia liberal, por más imperfecta que sea. Pero como me asumo de izquierda, votaré por una izquierda democrática, una izquierda socialdemócrata, que respeta la democracia liberal y, dentro de ella, busca convencer de su propuesta, no imponerla, a una sociedad que sabemos es plural y debe seguir siéndolo. Votaré por Xóchitl Gálvez y, en todas las boletas, cruzaré el símbolo del PRD.

Roberto Blancarte - 29 de mayo 2024

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