EL ERROR DE SEPTIEMBRE
Después de la aplastante derrota sufrida por el conjunto de la oposición, conformada por el PRI, PAN y PRD, lo esperable es que ésta no se hubiera levantado de la lona en meses o años. Y, sin embargo, he aquí que el tema del famoso “Plan C” o conjunto de reformas que AMLO quiere impulsar en su último mes de gobierno, en particular aquella que atañe al poder judicial, de repente le ha dado vida a buena parte de aquellos que conforman dicha oposición y que no incluye únicamente a los partidos mencionados. Como si a la cuenta de ocho, esta oposición, medio noqueada y todavía muy sacudida, se hubiera levantado inesperadamente de la lona y dijera que el combate todavía no se acaba.
En otras palabras, el impulso autoritario del presidente, sin freno aparente alguno, ni siquiera del proveniente de la presidenta electa, le dio una inesperada máscara de oxígeno a todos aquellos que, aún desconcertados por la impresionante victoria del partido en el poder, encontraron un elemento de preocupación extrema y reivindicación política, suficientemente llamativo como para intentar sacudir algunas conciencias. Ayudados por la reacción de los mercados financieros, tienen una inesperada bandera, que les permite seguir luchando de pie, aunque completamente debilitados por los resultados electorales. Es, me parece, un nuevo error de AMLO, a quien le preocupa poco el costo del mismo, puesto que su interés se centra en imponer su visión política, por encima de cualquier otra cosa. No le preocupa que esto se vaya a convertir en un fardo para la siguiente administración, ni que haya costos económicos, como evidentemente los hubo durante todo su sexenio. Lo que a él le importa es imponerse políticamente. Lo logrará, como cuando por su voluntad personal canceló el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México.
Habrá quien lo niegue todavía, pero lo cierto es que esto espantó a los inversionistas de adentro y de afuera, por obvias razones. Si no hay certidumbre, la gente no mete su dinero a nuevas empresas. Y para rematar, llegó la pandemia, pesimamente manejada. El resultado es que México no creció lo que pudo haber crecido durante estos años. El tema de las reformas de último minuto, que se quieren impulsar desde Palacio Nacional, manda la misma señal que la cancelación del aeropuerto: más allá de la obvia insensatez de nombrar jueces por voto popular, lo que aquí prevalecerá, presumiblemente, será la voluntad de una persona y de sus fieles seguidores que sólo aciertan a obedecer sin chistar. No importa que el problema les quedará a ellos. Lo importante es cumplir con los últimos caprichos del presidente. No importa el futuro del sistema judicial. Lo central será la imposición política, que muchos, con mente autoritaria, disfrutan.
Esa es la peor señal que los triunfadores de la elección podían enviar a los derrotados y a la sociedad en general: la mayoría se impondrá, sin importar lo que piensen las minorías. Adiós Estado de derecho, lo poco o mucho de él que existió. Parece entonces, por supuesto, un acto de soberbia política. Se impondrán los jueces a su gusto y la justicia estará al servicio de la política. Pero por eso mismo, el tamaño de la arrogancia ha hecho que se despierten los noqueados, antes de tiempo y comiencen a pelear otra vez, mucho antes de los esperado. En suma, el presidente López Obrador acaba de revivir a la oposición. Quizás no podía vivir sin ella.
Roberto Blancarte - 19 de junio 2024