EL MUNDO IRREAL EN EL QUE VIVE LA 4T
Karl Mannheim publicó un libro allá por la década de los años treinta del siglo pasado, en pleno auge del nazismo y del comunismo soviético, titulado Ideología y utopía. Era un primer esfuerzo en lo que hoy llamamos sociología del conocimiento y el autor alemán trataba de entender precisamente cómo conocemos el mundo y que tan objetivos podemos ser en nuestra forma de entenderlo. Para ello se centró en el concepto de ideología, al que ya habían hecho alusión otros políticos e intelectuales, como Napoleón, en relación a filósofos de la ilustración que así se denominaban, o Karl Marx, para referirse a la conciencia de clase de los obreros.
Pero Mannheim va más allá y trata de explicar que la mayor parte de la gente no alcanza a percibir adecuadamente la realidad, debido entre otras cosas a su propia posición social o a su trayectoria de vida. Él suponía que sólo con un entrenamiento adecuado (por ejemplo, el de un sociólogo u otro tipo de ayuda intelectual o científica) se podría dejar de ver la realidad de manera tan distorsionada. Dividía estas visiones irreales en ideologías y utopías; en el fondo, dos caras de una misma moneda, unas buscando el mantenimiento de una situación dominante y la otra buscando subvertirla. De esa manera, Mannheim considera a las ideologías “como disfraces más o menos conscientes de la verdadera naturaleza de una situación, pues no podría reconocerla sin perjudicar sus intereses.
Tales deformaciones abarcan todo el camino que media entre las mentiras conscientes, las semiinconscientes y las involuntarias disimulaciones; entre los intentos deliberados para engañar al prójimo y el engaño de uno mismo” (ver el libro citado, publicado por el FCE, p. 89-90). Podemos aquí ya identificar mucho de lo que está sucediendo en la política mexicana (y mundial), acentuada por los rasgos populistas de los gobiernos, entre los cuales destaca la 4T, por esta manipulación de la realidad, a través de estas formas.
Mannheim, en el libro citado, prácticamente describe nuestra realidad política: “hay toda una serie de tipos posibles de mentalidad ideológica. El primero de esa serie es el caso en el que el sujeto que piensa y concibe no acierta a advertir la incongruencia de sus ideas con la realidad, porque se lo impide todo el cuerpo de axiomas que entraña el pensamiento social e históricamente determinado. El segundo tipo de mentalidad ideológica, al que podríamos llamar ‘la mentalidad hipócrita’ o farisaica, se caracteriza por el hecho de que, históricamente, tiene la posibilidad de descubrir la incongruencia entre las ideas y su conducta, pero en vez de hacerlo, oculta ese concepto en aras de ciertos intereses vitales y emocionales. En fin, existe el tipo de mentalidad ideológica basada en un engaño deliberado, en que se debe interpretar la ideología como una mentira intencional. En tal caso, no se trata de un engaño involuntario de uno mismo, sino del engaño deliberado de nuestro prójimo.
Hay un sinfín de etapas intermedias, desde la mentalidad bien intencionada, que trasciende la situación, hasta la ideología en el sentido de mentira consciente, pasando por la ‘mentalidad hipócrita’.” (p. 232). Podemos ver aquí retratada a la 4T, desde “yo tengo otros datos”, hasta las campañas para justificar la sobrerrepresentación contra la que ellos lucharon, o las justificaciones burdas para eliminar los contrapesos del poder judicial o de cualquier otra estructura opositora. No son, ciertamente, los únicos en construir posiciones políticas ideológicas, es decir no sustentadas en una visión realista y congruente de la sociedad, pero en el caso del gobierno obradorista la generación de una realidad alterna basada en la propaganda política cotidiana, sistemática, machacadora, intolerante e intencionalmente distorsionadora, el ejercicio se ha llevado al extremo.
La prueba es la dedicación de por lo menos una tercera parte del horario hábil del presidente de la República en la famosa mañanera, a propaganda ideológica como actividad primordial del gobierno. La realidad no importa; lo importante es la percepción ideológica de la realidad. En ese sentido, el anuncio de la continuación de las conferencias de prensa cotidianas en el próximo sexenio, no hace más que confirmar el reforzamiento de un modelo de gobierno esencialmente ideológico, orientado más a transformar la visión de las cosas, que la realidad misma.
Roberto Blancarte - 27 de agosto 2024