MÁS ALLÁ DEL ESPECTÁCULO  

Enorme circo, sin duda, con saltimbanquis, payasos, trapecistas, leones, perros amaestrados, pastelazos. Un día que será para recordar. Para algunos el de las bajezas y traiciones políticas que comenzaron la sepultura del sistema de contrapesos que exige una democracia. Para otros, el día “histórico” en el que el pueblo continuó la transformación de un régimen corrupto. Poco importa si los actores centrales de esa supuesta transformación fueron personajes siniestros que representaban dicha corrupción e impunidad. Lo importante era conseguir la mayoría calificada “haiga sido como haiga sido”, aquella famosa frase tan odiada, con justa razón, por quienes hoy gobiernan. En todo caso, el espectáculo nos deja, a los ciudadanos, con la fotografía de una clase política servil, cínica, corrupta, dispuesta a comprar y vender votos, a coaccionar mediante la justicia a quien no se alinea con las decisiones unipersonales de quien ocupe la presidencia. Nadie se salva, ni los compradores ni los vendedores. Los discursos, cada vez más preparados para justificar la ignominia, ya no sirven de nada. No creo que acallen la conciencia de nadie, muchos menos de los que los pronuncian. En cualquier caso, ya no valen nada. La clase política ya logró que las palabras valgan cero. Como valen cero las ideologías y proyectos de sociedad que pretenden respaldar. La boca se les llena de justificaciones, en la misma medida que sus bolsillos de dinero. 

Pero el espectáculo no debe ocultarnos lo que hay detrás de las cortinas. Lo que realmente nos va a quedar, con lo que tendremos que lidiar todos los días en los años que vienen. El signo más lamentable de todo este espectáculo es el culto a la personalidad. Lo que demuestra es esa tendencia a postrarse ante el poder en turno y a venerar a quien está en la cima. Pero en este caso, la adoración se centra en una persona, de quien se espera todo y a quien se le agradece todo. Es el gran líder (el guía, el führer, dicen los alemanes) quien distribuye salud y riquezas, como lo hacían los antiguos reyes. El pueblo le debe todo y debe seguirlo hasta el fin. Quienes se atreven a cuestionarlo o, peor aún oponérsele, se convierten en traidores del gran proyecto nacional que él, no sólo encabeza, sino representa. Sin él no hay nada. Poco importa si las ocurrencias o caprichos del líder son costosos para el país y por lo tanto para la población. Las obras públicas pueden ser inútiles u onerosas. Lo importante es que el líder así lo decidió. Atrás quedó la lucha por convertir al Estado en una maquinaria para beneficiar a todos, donde los dirigentes están al servicio de los ciudadanos y por lo tanto no pueden concentrar el poder ni convertirse en amos que gobiernan a su antojo y capricho. 



Y como toda adoración cuasi-religiosa, lo que permanece es la esperanza. Ésta, como todos sabemos, muere al último. Y lo último suele ser cuando ya la destrucción es total o la situación insoportable. Pero, para eso, todavía falta. Mientras tanto, muchos confían en la moderación de ese poder omnímodo. En la auto restricción del poder absoluto que a partir de ahora tiene el nuevo gobierno, el cual se asume como la continuación del anterior. Sin embargo, existen muy pocos casos en la historia donde el poder absoluto se autolimita. Más bien lo que la historia nos enseña es que la concentración del poder tiene que combatirse cotidianamente, mediante contrapesos y vigilancia de los ciudadanos frente al poder. 

Desafortunadamente, lo que hasta ahora hemos visto, no indica más que la complacencia ante la acumulación de poder del Ejecutivo y la continuación del mismo modelo de gobierno unipersonal, que en cualquier momento se convierte en autoritario, pues no hay manera de oponérsele. Ayer, mientras se concretaba la eliminación de uno de los contrapesos posibles, el presidente y su sucesora confirmaron que este país seguirá estando militarizado. No veo, en el futuro próximo, nada que pueda impedirles continuar con este modelo de gobierno. La única duda es si el mando seguirá siendo unipersonal, o estaremos frente a una troika, donde la presidenta tendrá que lidiar con su predecesor y el hijo de éste, quien ahora se presenta ya como parte de una dinastía hereditaria. 

Roberto Blancarte - 11 de septiembre de 2024

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