QUIZÁS YO ESTOY MAL

Hace unos días leí que, según datos del INEGI, la percepción de inseguridad disminuyó en los años recientes en México. Lo cual, evidentemente es una sorpresa, por lo menos para alguien como yo, que acostumbro leer y escuchar noticias sobre el incesante incremento de homicidios, de desaparecidos, de extorsiones, de cobro de piso, de territorios enteros controlados por los narcotraficantes y el crimen organizado. Eso me lleva entonces a pensar que, o bien, como dicen los defensores de la 4T, las noticias sobre inseguridad están infladas por los medios de comunicación y en realidad la gente está más segura de lo que pensamos, o bien, “la percepción” no necesariamente acompaña a los hechos. Pero la percepción es también parte de la realidad, hasta cierto punto. Y la percepción está influida no solo por los medios tradicionales privados, sino también por el aparato de la propaganda, que puede ser oficial, pero también partidista, o una mezcla de ambos. En otras palabras, que la gente se sienta más segura es importante, pero eso no quiere decir que esté más segura. O puede estarlo, sin sentirlo. Pero, por lo mismo, habría que distinguir “los hechos” de “la percepción”.  

Los casos más críticos de una posible disociación entre percepción y realidad suceden en las guerras, porque los contendientes, sean gobiernos o fuerzas rebeldes, suelen distorsionar, disfrazar o de plano ocultar la realidad. Sobre todo, cuando los resultados no les son favorables. Pensemos en la II Guerra Mundial. Mientras el régimen nazi avanzaba exitosamente en sus invasiones a Polonia, Francia o la Unión Soviética, la información podía ser detallada, pero cuando empezó a perder terreno, las noticias se deformaron totalmente. Cuando Alemania estaba a punto de caer, en el desde finales de 1944, todavía el régimen nazi organizó una desesperada resistencia con las Deutscher Volksturm Werhrmacht (literalmente “Fuerzas Armadas Populares de Asalto Alemanas”: compañías de viejos, menores de edad, heridos y otras personas normalmente no aptas para el combate). Y convenció a muchos de que la guerra total y la victoria eran posibles, aunque estuvieran cercados por los ejércitos soviético y americano. Una masacre innecesaria, pero alimentada por una falsa percepción de que el Führer los llevaría a la victoria final. Y a pesar de los bombardeos incesantes en Berlín, más de alguno creía en la narrativa establecida durante años por el partido nazi y sus gobernantes. Los hechos, en este caso, eran irrefutables: Alemania estaba derrotada. La percepción en muchos, sin embargo, no cambió hasta que los hechos fueron evidentes y el ejército rojo puso su bandera en el Reichstag. 

No es ese, por supuesto, el único ejemplo. Todos los gobiernos tratan de ocultar sus bajas. Ucrania y Rusia tratan de hacerlo, a pesar de los muchos observadores del conflicto. La Unión Soviética quiso hacerlo en la guerra de Afganistán, hasta que el número de muertos fue imposible de ocultar. Lo mismo sucede con nuestros desaparecidos. Nadie quiere reconocer sus fracasos y hay algunos gobiernos que son completamente refractarios a la crítica, por lo que asumen que no pueden admitir sus errores. La solución para ellos es el ocultamiento de la información. De allí su problema con los medios independientes. 

En cualquier caso, la incongruencia entre sufrir mayor inseguridad y, a pesar de ello, tener una percepción de que ha disminuido, tiene que ver, me parece, más con el manejo de la información o la propaganda, que con los hechos reales. Y eso puede explicar, no sólo las percepciones en materia de seguridad, sino el comportamiento político electoral de buena parte de la población. La 4T ha logrado transmitir la idea de que “vamos bien”, a pesar de que el sistema de salud pública es un desastre, que el sistema educativo no está respondiendo a las necesidades actuales de la sociedad, que la inseguridad aumentó, que la corrupción creció, que la transparencia disminuyó, que la libertad de expresión fue atacada, que el país se estancó económicamente, etc. O quizás me equivoco, así como muchos de mis distinguidos colegas intelectuales o de los medios de comunicación. Quizás no logramos ver ese creciente bienestar de la población, ese manejo pulcro y austero de los recursos públicos, ese combate al crimen enseñoreado en territorios, esa gran “victoria final” del pueblo sobre las élites neoliberales. Veremos lo que los hechos, no las percepciones, nos deparan. 

Roberto Blancarte - 13 de enero de 2025 

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