NEGARLO TODO 

La estrategia populista de negar todo, de no asumir responsabilidad por sus errores, de ignorar las leyes cuando no le convienen y de apelar a ellas sólo cuando quieren aplastar a un enemigo, tiene pasmado al mundo. Los escándalos se pueden acumular y eso no tiene efecto alguno sobre las preferencias políticas. La mentira dicha de frente y sin escrúpulos se repite a diario. La gente no las cree, porque no es tonta, pero las justifica. Todo mundo sabe que el Zócalo se llena de acarreados, es decir de personas que no van allí voluntariamente, sino por temor a recibir algún tipo de castigo, por cubrir una cuota indispensable para poder seguir trabajando, por el clásico manejo caciquil de muchos cotos de poder en toda la República y por otras razones que nada tienen que ver con el ejercicio de una voluntad ciudadana para apoyar una determinada causa política, como puede ser la defensa de nuestra soberanía nacional. Todos sabemos que los acarreados reciben dinero como compensación por el tiempo otorgado, que son llevados allí por sus líderes, que preferirían quedarse en su casa, pero van más o menos obligados. Hay pruebas, videos, declaraciones. No es nuevo, pero tampoco es una práctica repudiada. Es la misma cultura política de antes, con nuevos actores nada más.

Pero el populismo la defiende como una verdad paralela: no son acarreados, lo dice con toda seguridad, con toda su cara, la presidenta. Lo sostiene y lo argumenta: son simpatizantes que se organizan, rentan camiones y se vienen a apoyar a la 4T. Sí, seguramente, como les sobra el dinero y las ganas de apoyar al movimiento, se gastan lo poco que tienen, porque saben que tienen que defender a su gobierno y a su país frente a las amenazas arancelarias de Donald Trump. Seguramente piensan también que los narcos y el crimen organizado merecen una defensa soberana. Después de todo, pueden ser criminales, pero son nuestros criminales. Ningún gobierno nos va a venir a presionar para que los capturemos ni debe meterse a atraparlos como si fueran vulgares terroristas. No, nuestro nacionalismo es tal, que vamos a gastarnos los pocos ahorros para venir a apoyar a la presidenta al Zócalo. Luego, si hay un accidente en la carretera nos van a ayudar, no porque seamos acarreados y se puede hacer un escándalo al respecto, sino porque somos fieles seguidores de una causa.  

Teuchitlán se convierte, de la misma manera, en el lugar que se niega. No se puede admitir que era un campo de exterminio, porque se dijo que aquí no pasaba nada, como se dijo, con todas sus palabras, que en este país no se producía fentanilo. Que ahora se estén descubriendo decenas de laboratorios para producirlo seguramente es culpa de gobiernos anteriores.  No se puede admitir que el número de desaparecidos va en aumento y vino en aumento en los últimos seis años, porque es mejor decir que la culpa, toda la culpa, la tiene Calderón, quien presidió un gobierno que terminó hace más de doce años. No se puede admitir que nuestro estado, tan soberano, no controla todo el territorio nacional 

Pero las cosas revientan, como tuvo que reventar la muy fallida política de seguridad, suponiendo, en el mejor de los casos, que no estamos en un narcoestado (como lo afirmó, antes de morir, Porfirio Muñoz Ledo), sino simplemente ante una política fallida. Negar todo y decir mentiras con desfachatez podrá satisfacer a algunos y muchos otros lo aprobarán y lo justificarán, pero negar la realidad no quiere decir que ésta pueda desaparecer. Los muchos teuchitlanes, que se seguirán descubriendo, estarán allí para mostrárnosla.  

 

Roberto Blancarte - 17 de marzo 2025

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