EL PAPA NO VA A RENUNCIAR

En las semanas pasadas, ante la enfermedad grave del papa, que lo puso al borde de la muerte, o de quedar seriamente incapacitado, la pregunta más frecuente que los periodistas me hacían era: ¿el papa va a renunciar? La interrogante era de por sí difícil de responder, porque atañía a una decisión, en principio, muy personal. Algo que, en ese nivel, sólo se podría discutir entre el papa y su Creador, puesto que el Sumo Pontífice, en teoría, no le tiene que rendir cuentas ni pedir permiso a nadie en la tierra para tomar esa decisión y llevarla a cabo. Así que los elementos para responder lo más correctamente posible esa pregunta tenían que girar alrededor de la personalidad del papa argentino, pero también tomando en cuenta los antecedentes inmediatos, es decir la renuncia de Benedicto XVI y la no renuncia de Juan Pablo II (ejemplos muy diversos de cómo manejar el fin del pontificado cuando las capacidades del pontífice están mermadas) y, por supuesto, la historia, por lo menos reciente (es decir de unos 200 años) de los papas, la edad promedio en que fueron elegidos y en la que murieron, en qué condiciones, etcétera.

Ahora bien, ¿por qué creo que el papa Francisco no va a renunciar, sino que probablemente, siguiendo el ejemplo de Wojtyla, estará en la sede pontificia hasta el fin de sus días? En buena medida, por los comentarios que ha hecho el jefe del grupo médico que lo atendió durante su larga permanencia en el Hospital Gemelli. Dijo el Dr. Alfieri dos cosas que me llamaron la atención. La primera, que el papa Francisco se había negado a que lo intubaran, lo que hubiera significado que estaría inconsciente, durante su tratamiento. En otras palabras, que el papa, aun sabiendo que sin intubación el riesgo de una falta de oxígeno le podría causar la muerte, prefirió no hacerlo, para estar consciente. La segunda es que, una vez habiendo librado la muerte, al ser trasladado a la residencia Santa Marta, donde reside, el único equipo que tendrá será el del oxígeno externo (no intubación), lo que significa que, si tiene una crisis mayor, no habrá manera de salvarlo en el momento.

El dato, menor, es sin embargo crucial. Significa que el papa ya decidió que no va a renunciar, mientras se encuentre consciente. Y que la renuncia (ya entregada desde el inicio de su pontificado) sólo se activaría si por alguna razón él quedara en algún estado inconsciente y, por lo tanto, incapaz de dirigir a la Iglesia. Pero si no acepta la intubación, quiere decir que prefiere morir a quedar intubado inconsciente. Como se puede ver, la situación respecto a Benedicto XVI es muy diferente, en primer lugar, porque Ratzinger decidió que ya no tenía la fuerza ni el ánimo para dirigir a una institución que se le presentaba corrupta e inmanejable. En segundo, porque, por lo visto, la idea de renunciar o abdicar a la sede pontificia está relacionada con la concepción que cada tiene de su misión al frente de la institución. Y creo que Bergoglio, comprensiblemente, tiene una idea muy alta de su misión.

Tercero, porque en relación con lo anterior, eso se relaciona con la idea que cada papa tiene de sí mismo, de sus fuerzas y del futuro inmediato de la institución eclesial. Un ejemplo de esto, es el nombramiento de cardenales electores. Como se sabe, la Constitución apostólica Universi Dominici gregis, que regula el proceso de elección papel, señala que únicamente podrán participar en el próximo cónclave aquellos cardenales que no hayan cumplido 80 años de edad, con un máximo de 120 en total de electores. Y, sin embargo, hace pocos meses el papa Francisco nombró a una cantidad muy grande de cardenales, que superan con mucho (17 hasta ahora) los 120 permitidos. Eso significa que, cuando lo hizo, el papa no pensaba morir pronto y que no pensaba renunciar.

Obviamente, todo esto es mera especulación, aunque basada en indicios constatables respecto a la manera de gobernar del papa Francisco. Todo indica que Bergoglio no piensa dejar su puesto por el momento y que resistirá hasta el último aliento los embates de sus enemigos, de la edad, de las enfermedades. Como se dice comúnmente, hasta que Dios diga.

Roberto Blancarte - 31 de marzo 2025

Next
Next

TRADICIONES Y RELIGIONES